sábado, 13 de octubre de 2012

Resident Evil, o el eterno dilema

En videojuegos, como en todo arte, la innovación y el cambio forman parte del desarrollo de cualquier obra.
Pero esto conlleva un dilema: ¿donde está el límite entre la innovación de una saga y la pérdida de su identidad?








La llegada de Resident Evil 6 al mercado ha desestabilizado a los medios de prensa y al público en general. Una mayoría de notas mediocres, y una minoría de buenas y muy deficientes, junto a la desaprobación del usuario medio hacen que nos replanteemos hacia dónde va la franquicia. Pero, ¿a qué se debe este descontento generalizado? Para saberlo, debemos remontarnos al año 1996, cuando apareció el primer Resident Evil, el original, concebido por Capcom en exclusiva para Play Station. Un juego con una premisa muy clara, sobrevivir cueste lo que cueste en una mansión desconocida infestada de seres mutantes dispuestos a devorarte. Y a pesar de no ser el primero en proponer esta mecánica, debemos concluir que Resident Evil popularizó un género, los Survival Horror.

Pero resulta curioso ver que a lo largo de los años, la franquicia ha ido renunciando poco a poco al estilo que lo hizo alcanzar la cúspide, en favor a otro más manido y accesible, pero no por ello menos rentable. Un cambio progresivo hacia la acción que comenzó ya en su segunda entrega, y que cristalizó en Resident Evil 4, que supo combinar los dos géneros de forma magistral, convirtiéndolo en uno de los títulos mejor recordados, al menos de lo que va de siglo. Pero eso no fue suficiente para evitar que surgieran voces disonantes clamando por una vuelta a los orígenes y repudiando aquella considerada obra maestra.
La gota que colmó el vaso fue Resident Evil 5, una apuesta total por la acción y la adrenalina en detrimento del terror y la exploración.

Resident Evil 6 (sin haberlo jugado y sin la intención de hacerlo) ha supuesto la confirmación total de la metamorfosis de la saga. Un shooter clónico más dentro de la generación. Atrás dejó Capcom los intentos de que se parezca, aunque solo sea algo, a sus antecesores. La causa, es evidente. La acción es lo que vende. Buena parte de la gente que compra Resident Evil 6 no busca un juego de terror, de administrar bien la munición y los recursos, de explorar, de buscar pistas, resolver puzzles... Buscan un Call of Duty con zombis. Y eso es en lo que se ha convertido, a grandes rasgos, la franquicia.

Capcom puede justificar este cambio como una adaptación a los nuevos tiempos, a las nuevas generaciones de jugadores. Una evolución necesaria para garantizar la frescura de la saga y evitar el estancamiento. Ahí surge el debate que se repite cada vez que aparece una secuela, precuela o spin-off de un videojuego con algo de renombre. ¿Qué es lo que debe ofrecer; continuidad, mejora, revolución? ¿Qué se considera innovación y qué pérdida de identidad? Es lógico que las grandes compañías quieran aprovechar el caché de una franquicia importante para experimentar con ella o explorar nuevas vías en la industria, para así asegurarse una serie de ventas; como el caso que nos ocupa. Capcom podría haber trasladado el género de la acción a una nueva IP, en lugar de reutilizar la saga de Resident Evil para ello, pero Resident Evil vende, y vende mucho, y ahí está la clave.

En cualquier caso, hasta nosotros no nos ponemos de acuerdo a la hora de evaluar una secuela. Aquella que es demasiado continuista es alabada por unos y criticada por otros que piden algo más. La que trata de ser más original, obtiene el beneplácito de unos y es acusada de desvirtuada por otros. Depende de cada jugador, de sus gustos y experiencias. No debemos olvidar que el objetivo de toda empresa (incluida las del ocio digital) es ganar dinero, no obtener la aprobación de sus compradores habituales. Entre otros motivos porque, a pesar de que nos quejemos de ellos, seguiremos comprando sus productos. Es así, es difícil renunciar a un juego que lleva en la portada el nombre de Resident Evil acompañado de un numerito, pero es la única solución, nos guste o no.

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