sábado, 17 de noviembre de 2012

El efecto Call of Duty

Más de veinticinco millones de jugadores tienen una compra pendiente a estas alturas del año. Es noviembre, mes sinónimo de muchos lanzamientos, donde distinguimos entre jugadores de verdad, y aquellos casuales que sólo lo tienen en cuenta por ser el mes de salida de su nuevo Call of Duty.






Todo el mundo lo conoce. Da igual si te gustan los videojuegos o no. Seguro alguna vez has oído hablar de Call of Duty. Para algunos, una franquicia que tuvo una primera entrega legendaria y que acabó derivando en un producto sin más pretensiones que las de vender a las grandes masas, para otros, su juego favorito, aquel que van a reservar todos los años para poder echarle cientos de horas al multijugador desde su primer día, y para otra gran mayoría, ese juego violento de disparos que juegan los niños y adolescentes hoy en día en la consola y que les quita tiempo de estudiar, leer, o salir a la calle a jugar. Luego habrá algunos que lo hayan oído pero no lo conozcan, y algunos que vivan aislados de la tecnología, que no sabrán qué es.

Seguramente te hayas sentido identificado con algún grupo descrito en el párrafo anterior, o incluso en varios. Yo me sitúo en el primero. He jugado algunas horas a los últimos de la saga (especialmente las operaciones especiales en cooperativo del Modern Warfare 2, y el on-line del Black Ops), y me he dado cuenta de que no es lo mío. Más allá de que no siento gran devoción por los shooters, y menos aún por los FPS, la saga no me llama demasiado la atención. Prefiero siempre jugar algo con una trama importante (no me interesa el multijugador), o con una jugabilidad original, adictiva, y poco reiterativa (que no encaja con la campaña).

Comprendo que haya gente que pueda disfrutar de esta saga, aún en la actualidad. Ya sólo con el modo historia, muy espectacular y cinematográfico, y perfecto desarrollo para descargar adrenalina. O con el modo multijugador, muy variado y adictivo. Lo que no entiendo es que haya tantos (principalmente adolescentes que no tienen ingresos) que sólo puedan permitirse tres o cuatro juegos al año, que empleen setenta euros en comprarse todos los años el Call of Duty de salida, como si no existiera vida fuera de la franquicia de Activision.

Mi sensación este año era que la fiebre por la saga había disminuido. El desgaste de las entregas anuales le había pasado factura. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que esto no había sido así, sino todo lo contrario. Y baso esta afirmación en la gente joven del "grupo 2" que conozco. Estos "radicales" que básicamente compran tres juegos al año; el FIFA, el Assassin´s Creed y el Call of Duty de turno, como si no hubiera nada más. Un grupo que se reúne en torno a una plataforma común (obviando el resto), en este caso, PS3 (al haber nacido con la generación de 128 bits, y el dominio absoluto de PS2). Y entre ellos, me pareció notar una cierta desgana tras Modern Warfare 3 (yo mismo les animé a que probaran Battlefield 3), y pensé que eso iba a significar el comienzo del fin de la hegemonía de Call of Duty. Nada más lejos de la realidad: en la semana de su salida a las tiendas, la mayoría ya le han echado decenas de horas y han acabado el modo individual.

Tras escucharles hablar del tema, no pude remediar imaginar la cantidad de títulos enormes que se están perdiendo. Dishonored, Far Cry 3, Darksiders II, Sleeping Dogs... Y no lo digo como una crítica a Activision, yo no dudo de la calidad del trabajo de Treyarch, pero sí creo que existen en el mercado productos que ofrecen experiencias mucho más completas. Es indudable que el objetivo primordial de una empresa, y más aún si es tan enorme como Activision-Blizzard, es llegar a las grandes masas, al público general, sin importar la calidad u originalidad. Pasa en cine, en televisión, en literatura y en videojuegos. Es esa fórmula mágica combinada con una buena campaña de marketing que da como resultado frutos de oro. Eso es el "efecto Call of Duty".

Y todo esto no hace más que alimentar las críticas y prejuicios sociales contra los videojuegos. Lógico hasta cierto punto, si aceptamos aún la arcaica concepción de la sociedad del juego como una forma de ocio dirigida a los niños y adolescentes. ¿Cómo vamos a convencer a los que reniegan de ellos de sus ventajas si ven que su hijo sólo tiene juegos en los que lo único que se puede hacer es disparar y matar? Por culpa de este asunto, los que desconocen el vasto mundo de los juegos de vídeo, ven a los gamers como seres extraños y antisociales, e incluso violentos y agresivos.

La solución: ver más allá de Call of Duty. Hay multitud de títulos de gran nivel para todos los públicos. La saga The Witcher está basada en una novela. Mass Effect ha creado su propio mundo, que bien podría acercarse al nuestro en un par de siglos. Son sólo dos de los mejores ejemplos que se me ocurren. Pero es que me da lástima escuchar a gente hablar del tema sólo para comentar como hizo un headshot a cincuenta metros para ganar la partida, y ver después a ciertos personajes diciendo que los juegos tienen nula capacidad para transmitir emociones o contar una historia. A estas alturas es ya imposible generalizar y soltar una frase sin hacer distinciones. Es como hablar de los beneficios de la lectura sin especificar, porque creo yo que no es lo mismo una obra de Vargas Llosa, que una revista del corazón, y en ambos se lee. Ya va siendo hora de ir haciendo también aquí esa distinción.

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